Soy parte de una familia numerosa, mis padres y 5 hermanos. Vine al mundo acompañada de mi hermana gemela.

Mi infancia estuvo llena de momentos felices, aunque los ingresos de mi padre que se dedicaba a la albañilería eran limitados, siempre tuvimos lo necesario para vivir. Cuando cumplí 15 años, mi padre falleció y desde ese momento fue mi hermano el mayor el que tuvo que mantenernos económicamente. Al salir de la secundaria, entré a trabajar como empleada de mostrador para ayudar con los gastos de la casa y seguí estudiando el bachillerato por las tardes.

A los 18 años conocí a mi novio con el cual me casé al año siguiente. A los 20 años nació mi única hija a la que disfruté plenamente por dos años.

Cuando cumplí 22 años comencé a tener constantes molestias físicas. Cansancio permanente, dolores musculares, apatía, en fin, muchas dolencias poco comunes en una muchacha de mi edad. Al acudir al médico y despúes de hacerme varios estudios clínicos, me diagnosticaron artritis reumatoide juvenil, que es una enfermedad crónica degenerativa.

Tomé diferentes tratamientos, pero a los 26 años ya no pude caminar y desde entonces estoy en una silla de ruedas.

Mi esposo fue muy solidario conmigo durante los primeros meses de mi incapacidad, pero conforme fueron pasando los años, él se mostraba más fastidiado y agresivo, hasta que finalmente nos abandonó. Dejándonos sin apoyo moral ni económico. Desde entonces junto con mi hija, vivimos con una de mis hermanas.

Una luz en el camino apareció cuando conocí a Perla Fabiola Espinosa Vega, quien pinta con la boca ya era becaria de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie. Esto fue a principios del año 2004. Ella me animó a ir a su casa a tomar clases de pintura, conforme pasaron los meses, mi habilidad para usar los pinceles con la boca fue en aumento y con ello mi desempeño sobre el lienzo mejoró notablemente.

Por fin, en enero del 2006, Fabis como yo le llamo, me dijo que enviaríamos mis mejores cuadros a la Asociación para solicitar mi ingreso. Para mí eso fue como un sueño, pues después de tantos años de penurias, aquello era un gran rayo de esperanza.

En realidad antes de mi enfermedad, ni en sueños me imaginé que podría llegar a ser pintora. Le agradezco con toda mi alma a Dios por esta gran oportunidad de una vida mejor, y desde luego a mi “maestra” Fabis que ha sido mi ángel de luz.

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