- Fecha de nacimiento: 16.03.1963
- Lugar de nacimiento: Dolores Hidalgo
- Miembro de la AAPBP desde: 1995
- Tipo de pintura: Pintor con el pie
Nací en la ciudad de Dolores Hidalgo, en el estado de Guanajuato, el día 16 de marzo de 1963.
Soy hijo de Juan Manuel Uribe Luna y Rosa María Aguayo Medina. Nací sin brazos y con deformidad evidente en las piernas.
Mis familiares pensaron que esto fue tal vez debido a algún medicamento ingerido por mi madre durante el embarazo.
Soy el quinto de ocho hermanos —cuatro mujeres y tres hombres— todos ellos han tenido una vida normal, es decir que viven como los demás, sin alguna dificultad para desarrollarse. En ese sentido, soy especial dentro de mi familia. Los demás niños me miraban primeramente con curiosidad, pero después me aceptaban así y jugábamos. Mi papel en los juegos era de liderazgo: yo daba instrucciones para que ellos hicieran aquellas cosas que yo no podía hacer pero que me gustaría.
Desde mi nacimiento mis padres sintieron que yo no podría vivir adecuadamente; no creían que pudiera caminar, comer o moverme con independencia. Probablemente sentían que yo sería una carga constante. Mis padres y mis hermanos tenían que transportarme a todas partes, debido principalmente a la dificultad de equilibrar mi cuerpo a causa de la longitud dispareja de mis piernas impedía que caminara erguido. Hacia los cuatro años mi abuela me sostenía para que pudiera dar algunos pasos, tal como se entrena a los bebés. Después, mi tío Luís hermano de mi padre, consiguió una andadera para sostenerme yo solo mientras rodaba las llantas de la andadera. A los seis años pude caminar ya sin el auxilio de nadie. Sin embargo, mi equilibrio era precario y constantemente me caía.
De la misma manera que no confiaba nadie en que pudiera caminar, tampoco creían que pudiera escribir o asistir a la escuela; no obstante mi padre me enseño a tomar el lápiz con el pie izquierdo, con lo cual pude escribir letras y hacer dibujos desde los 5 años de edad. Un día, cerca de las 6 de la tarde, nos visitó el director de escuela Josefa Ortiz de Domínguez, el profesor Alfonso Morales Villegas, quien se impresionó tanto al verme dibujar que les sugirió a mis padres que me llevaran a la escuela.
El primer día en la escuela el profesor Eusebio Guerrero se rehusaba a recibirme, pues estaba temeroso de que los otros niños me hicieran pasar un mal rato; pero después el director lo convenció de aceptarme, mis compañeros me trataron siempre con respeto y me preguntaban sobre mi situación. Durante el recreo no podía salir a jugar porque no había quien me cuidara. En esa misma escuela estaba mi hermano Juan Manuel, dos años arriba, y era muy travieso, me subía en la carreola que tenía para que me llevaran a la escuela y corría conmigo a toda velocidad por los patios de la escuela. Debido a que mis hermanos no querían ayudarme, entonces me vi en la necesidad de hacer todo por mí mismo. Pienso que la vida es difícil cuando uno tiene pocos elementos para desarrollarse o muchas barreras. Sobre todo cuando una limitación física impide realizar ciertas cosas. Lo mejor es liberarse de la ayuda ajena, sin dependencias temporales o especiales, en la medida de lo posible.
Cuando terminé mis estudios de primaria me llevaron a la Ciudad de México, al Instituto Mexicano de Rehabilitación, en el cual pasé dos años. Esto se debió al interés de la esposa del gobernador de Guanajuato en ese tiempo (1975), quien se ofreció a pagar unos brazos mecánicos para mí. En ese Instituto me atendieron un grupo de médicos, psicólogos y trabajadoras sociales, quienes me pusieron en contacto con otros niños y adultos incapacitados semejantes a mí; aunque debo reconocer que hasta esa fecha no tenía clara consciencia de mi situación ya que me sentía igual que los demás, hasta que una pregunta durante una sesión psicológica de reconocimiento me lo reveló todo: “¿te sientes extraño o diferente cuando te miras al espejo?” a lo cual contesté: ¡por supuesto que no! para mi era natural todo lo que había vivido tanto en mi familia como con mi propia imagen. Después de algunos diagnósticos decidieron ponerme unos brazos mecánicos. Creí —equivocadamente— que me los iban a injertar permanentemente mediante cirugía. Eso me causaba aún más terror, pero cuando supe que se podían quitar y poner con un chaleco al que estaban adaptados, con eso me tranquilicé.
Uno debe protegerse del mundo en cierta forma para evitar ese sentimiento de limitación física o falta de confianza en sí mismo, en esos momentos es fundamental el contacto con nuestros familiares, con amigos y con personas inteligentes y sensatas con criterios más amplios, en especial, aquellos que no consideren que la discapacidad se convierta en un obstáculo para la convivencia social.
En ese tiempo que estuve en el Instituto dibujé con los pies una carreta que exhibieron en el consultorio de psicología; aunque las trabajadoras sociales intentaron que dibujara o pintara con los brazos mecánicos, pero eso no fue posible por la falta de flexibilidad de los mismos para hacer los trazos por eso en lo sucesivo dibujé siempre con los pies. Esos brazos artificiales los utilicé durante dos años que estuve en la Ciudad de México. Sin embargo, yo podía hacer casi todo sin la ayuda de los brazos mecánicos. El problema es que no podía realizar con ellos mi aseo personal y vestirme, pues no me ayudaban para satisfacer mis necesidades cotidianas y además eran pesados e incómodos limitando mi movilidad y espacio vital, razón por la cual no me sentía bien utilizándolos, así que decidí liberarme de ellos.
Ingresé luego a la Escuela Secundaria Técnica # 4, de Dolores Hidalgo, con tanto entusiasmo por sentirme feliz de haber logrado separarme del Instituto de Rehabilitación. En el segundo año obtuve el premio a la mejor ortografía de la escuela. En ese período me dediqué a copiar diseños y estampas para desarrollarme en la acuarela, en el taller de gobelinos. Las materias que más me gustaban eran educación artística, física, química y español. En ese tiempo tenía ya mucha consciencia de mi estado físico; adquirido en la ciudad de México cuando me enfrentaron por vez primera a otras gentes en situaciones similares a la mía. Por consecuencia durante ese período escolar interrogué sobre cosas propiamente filosóficas: el destino, las causas de la existencia, los límites del ser, el infinito. Aunque no fueron formuladas en los términos teóricos propios de la filosofía, no obstante, esas interrogantes me impulsaron al estudio de la filosofía.
Así con el firme propósito de estudiar filosofía en la Universidad, continué mis estudios de bachillerato durante tres años, donde estudié mecanografía, materia que me fue muy útil para mis trabajos posteriores en computadora. Después que aprobé los exámenes de admisión a la Escuela de Filosofía y Letras, tenía que resolver el problema concerniente al modo de desplazarme a la ciudad de Guanajuato, donde se encontraba la Universidad, sin dinero y sin la experiencia de viajar. Ello implicaba abandonar mi familia y su ayuda, lo cual resultaba vital para mí, en aquél tiempo. De cualquier modo con ayuda de muchas personas familiares, amigos y compañeros de escuela, acudí a las clases de la Escuela de Filosofía desde 1983 al año 1987. Por la mañana asistía a clases de dibujo con el maestro Jorge Rocha en la Casa de la Cultura y por la tarde iba a mis clases de filosofía en la Universidad de Guanajuato. Los valores más importantes para mi son: la familia y los amigos.
El entregarse a sí mismo es fundamental: compartir con los demás el tiempo, las inquietudes, las alegrías, las cosas. Cuatro largos años de carencias económicas, sin dinero para comer o para comprar los libros que necesitaba para estudiar, no tenía suficientes materiales para mi desarrollo artístico, viviendo con unos amigos que me brindaron hospedaje gratis, logré terminar mi carrera universitaria. Mi tesis al concluir la Licenciatura se tituló: “Elementos composicionales del arte”, en la que planteo las bases de un análisis estético de la pintura y sus componentes fundamentales, que he llevado a la práctica en mis obras.
En 1987, al término de mis estudios de filosofía, el Presidente de México, Miguel de la Madrid, me entregó el Premio Nacional de la Juventud en la Residencia de los Pinos en la Ciudad de México. Ese mismo año, me trasladé a San Miguel de Allende para estudiar dibujo de la figura humana con el maestro Jorge Vázquez en el Instituto de Bellas Artes de “El Nigromante”; al año siguiente, regresé a Guanajuato a la Escuela de Artes Plásticas con la maestra Patricia Van Vloten, donde aprendí las técnicas al óleo, el encausto y el temple.
En 1988 me encontraba impartiendo cursos de filosofía, psicología y dibujo entre otras materias; mientras pasaba por una situación económica difícil, en este tiempo me dediqué plenamente al dibujo y para ser admitido como estudiante, envíe los mejores trabajos a la Asociación Internacional de Pintores sin Manos, información que obtuve del señor Demetrio Herrera Olivares.
En 1990 fui nombrado becario de la Asociación, lo cual me permitió desligarme de algunas de mis actividades obligatorias, las cuales realizaba para obtener ingresos y así me pude dedicar más tiempo y con más profundidad a la plástica. Mientras tanto, participaba en exposiciones en la Ciudad de Guanajuato y en Dolores Hidalgo, cuando recibí una felicitación personal de parte del Rector de la Universidad de Guanajuato por mi destacada participación durante una exposición colectiva estudiantil en 1991. De no ser por el apoyo de la beca otorgada de la Asociación, sin duda mi camino en el arte hubiese sido mucho más largo y con mayores obstáculos. Tuve otros talleres de técnicas con los maestros Luis Nishizawa, Douglas Dawson y Nicolás Moreno en Guanajuato, en 1992.
Con una dedicación más intensa, logré desarrollarme en varias técnicas asistiendo a cursos en Madrid, en España, permanecí seis meses en ese país gracias al apoyo de la Asociación. Al año siguiente en 1993 me trasladé a Madrid, con el apoyo de Alejandro mi primo, allí estudié talleres libres de Fisiología en Movimiento en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense y donde llevé talleres de bodegón y desnudo, en el Círculo de Bellas Artes.
Respecto a la pintura en especial, la historia del arte y la teoría del arte, las he dominado leyendo libros, revistas, y visitando diversos museos tanto en México como en otros países del mundo. Llevo más de 20 años dedicado a la pintura; no obstante, que mis prácticas del dibujo son anteriores. Igualmente las condiciones para materializar lo que uno desea deben ser recreadas por nosotros mismos; por ejemplo: me gusta más viajar con independencia, aunque sea más complicado, además, no puedo esperar a los demás para pintar un cuadro; lo más importante es realizar lo que uno quiere sin esperar que otro lo haga por nosotros.
Lo más importante que nos ofrece el mundo es la cultura, el conocimiento de lo que se hace y cómo se vive en otras partes. De alguna manera la música, la literatura y la filosofía, me permiten no estar inmerso dentro de los problemas cotidianos. La cultura auxilia en el olvido del sufrimiento. Desde entonces he procurado ejecutar cuadros con mi propio estilo y un valor estético más acentuado. Desde marzo de 1994 he sido considerado miembro asociado, con ello he obtenido una capacidad de acción pictórica y personal más amplia, por lo cual estoy profundamente agradecido por el apoyo que la Asociación me brida en diversos aspectos, apoyo que ha sido crucial para mi manera de vivir y para el rumbo de mi existencia.