- Fecha de nacimiento: 02.10.1963
- Lugar de nacimiento: Pochutla, Oaxaca
- Becario de la AAPBP desde: 2009
- Tipo de pintura: Pintor con boca
Mi niñez fue como la de todos los niños de San Pedro Pochutla, entre juegos y el campo, trabajo en la parcela y cuidando a los animales que teníamos.
Cursé la primaria en la escuela rural del poblado y al terminarla comencé a trabajar como peón en algunas construcciones del lugar.
Al cumplir los 16 años, ya tenía alguna práctica como albañil, por lo que no me faltaba trabajo. Uno día, uno de los ingenieros contratistas nos ofreció a varios de los trabajadores la oportunidad de ir a una obra cerca de la capital de Oaxaca. A mí me pareció una buena oferta y acepté, aunque por primera vez tuviera que alejarme por primera vez de la familia.
La construcción a la que fuimos, estaba muy cerca de la carretera, por lo que había cables de luz eléctrica y de teléfonos a unos cuantos metros de distancia.
El progreso de la obra avanzó normalmente por varios meses. Cuando íbamos ya en el tercer nivel, había que subir y bajar material por unas escaleras provisionales de madera que daban hacia el exterior. Fue el día 28 de diciembre de 1980 por la mañana que me pidieron que subiera unas varillas. Las coloqué sobre mi hombro izquierdo, como lo había hecho muchas veces, pero noté que eran más pesadas y grandes.
Al pasar el segundo nivel me las acomodé de nuevo, pues sentí que se me iban colgando demasiado hacia atrás. Al llegar al primer descanso de las escaleras, giré hacia la derecha para pisar el siguiente tramo de escalones y ahí pasó todo en menos de un segundo.
La punta de una de las varillas se inclinó demasiado hacia la calle y accidentalmente tocó uno de los cables de alta tensión. La descarga eléctrica que recibí fue tan violenta que mi cuerpo fue lanzado por el aire varios metros, hasta caer sobre la carretera.
De inmediato fui auxiliado por el encargado de la obra y en la camioneta del ingeniero fui llevado al hospital que estaba cerca. Por la gravedad de mis lesiones, los médicos decidieron que fuera trasladado al hospital civil “Aurelio Valdivieso” de la ciudad de Oaxaca, donde contaban con mejores instalaciones.
Para salvarme la vida, tuvieron que amputarme los dos brazos. Después de la intervención quirúrgica, permanecí inconsciente por 9 días y estuve en recuperación más de 8 meses. De ahí me llevaron a un Centro de Rehabilitación de Educación Física (CREE), donde recibí terapia física, ocupacional y psicológica. Me adaptaron unas prótesis metálicas denominadas “grafios”, en este lugar estuve casi un año y tres meses más en un Centro de Rehabilitación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Un día, al caminar por las calles de Oaxaca entre a la Casa de la Cultura Oaxaqueña, ya que había una exhibición de pintura y la entrada era gratuita.
Recorrí varias salas y después pasé a un área donde estaban los talleres de enseñanza artística, como pintura, escultura, música, poesía y literatura. Me sentí atraído por el taller de pintura y me quedé en la puerta observando a los alumnos. En ese momento, el maestro me vio y amablemente me invitó a pasar y me invitó a formar parte del taller alentándome a pintar con la boca.
Así lo hice, al día siguiente regresé y de acuerdo con las indicaciones del maestro, me entrevisté con el Director y al platicarle la historia sobre mi accidente, me ofreció todo su apoyo para entrar como alumno regular, brindándome una beca para estudiar, aportando también los materiales para hacerlo.
De esa manera, a partir de 1982 comencé a conocer el fascinante mundo de la pintura. Ahí estuve hasta 1985 y a partir de 1986 y durante 3 años consecutivos forme parte del taller de Artes Plásticas “Rufino Tamayo”.
En todo momento he contado con el apoyo de mi familia y he tenido la fortuna de encontrar en mi vida a personas maravillosas, y una de estas personas fue la que de manera desinteresada me habló de la existencia de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie, en la Ciudad de México.
Si bien es cierto que al estudiar en la Casa de la Cultura Oaxaqueña y después en el taller “Rufino Tamayo” había logrado desarrollar mis capacidades artísticas, no había encontrado la manera de promover mi obra y de obtener ingresos económicos que me permitieran apoyar a mi familia y solventar mis propios gastos, por eso, al enterarme de la posibilidad de ser becado por la Asociación de Pintores me motivó a contactarlos.
Después de enviar mi solicitud y muestra de mi trabajo, esperé la respuesta y gracias a Dios fui aceptado. Pertenezco a la Asociación desde 1999, que para mi es una gran familia.