Nací el 10 de marzo de 1969 en la Ciudad de México.

Fui a la escuela primaria y cursé hasta el 4° grado, en mi casa se necesitaba apoyo económico y dejé la escuela para ponerme a trabajar, cargando costales en el tianguis; unos vecinos me dieron trabajo a esa edad, después me buscó una de mis maestras la profesora Silvia Hernández y me invitó a seguir estudiando en un grupo especial. Así pude estudiar y trabajar al mismo tiempo.

Mi papá trabajaba de chofer, él traía una grúa y salía mucho a provincia. Al cumplir 15 años de edad me fui a trabajar a una obra de ayudante de albañil, yo era menor de edad, el día viernes 1° de abril de 1985 estábamos trabajando rompiendo una banqueta yo estaba agarrando una cuña de acero y otra persona le pegaba con un marro, haciendo ese trabajo la otra persona le pega a la orilla de cuña, saliendo una rebaba de acero, inmediatamente se me clavo en el ojo derecho y con la fuerza que llevaba me vació el ojo perdiéndolo.

A los 18 años, ya tenía el oficio de albañilería y ya tenía mi propia familia con tres hijos. Una mañana al estar haciendo una losa de la casa de unos vecinos, alrededor de las 8:30 am al tener una varilla sujetada con las 2 manos, se pegó a los cables de la luz de alta tensión, son cables de un voltaje muy alto, en ese momento me empecé a electrocutar y hasta que tronó el transformador más cercano, la varilla se despegó de los cables; yo quedé tirado y me llevaron al hospital de la Raza en la ciudad de México y de ahí me trasladaron al hospital Magdalena de las Salinas, por la gravedad de mi accidente.

Mis brazos se quemaron completamente y gracias a Dios y a la pronta atención de los médicos quienes para salvarme la vida, amputaron mis brazos ya que la gangrena avanzaba día a día y podía ocasionarme un paro cardiaco. Recuerdo que fue un día en que me hicieron aceptar esta decisión y me despedí de mi familia porque era una operación de alto riesgo y no se sabía cómo iba a reaccionar.  Ese día fue el más difícil para mí porque no sabía si iba a despertar.

Al regresar a casa poco a poco fui aprendiendo a sentarme, a vivir con mi discapacidad.
Un amigo me invitó a trabajar en una base de taxis y con el tiempo pude adquirir un taxi en pagos.
Tuve un hijo varón, quien siempre me ha apoyado y me acompaña en los trabajos diarios.

Conocí a la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie un día que fui al Banco HSBC a recoger unos papeles, al atenderme el gerente me pidió que firmara y al ver que lo hacía con la boca se sorprendió y fue él quien me habló de la Asociación de Pintores.  Al llamar por teléfono me atendió la Sra. Raquel Hernández y me explicó que era necesario que yo tomara clases de pintura para ver realmente si era una profesión que a mí me interesara.  Ella me presentó con Yazmín Pineda Pino, becaria de la Asociación y juntas me llevaron al Jardín del Arte con el profesor Alfonso Ordoñez, quien me aceptó como alumno y tomé clases con él y con Yazmín los domingos y en casa hacía las tareas que él me indicaba.

Así es como realicé las 5 obras que envío junto con mis documentos para pedir mi solicitud como becario.
El profesor Alfonso Ordoñez  es una de las personas más humildes y humanitarias que he conocido, igual que todas las personas que he conocido en el transcurso  de mi vida, mi amigo Artemio con el que iniciamos la base de taxis, el Sr. Jorge Godínez que nos vendió el taxi, ahora las personas de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie.

Espero que este pequeño pedacito de mi vida, sea útil para este propósito de mi vida, esto lo escribo con el corazón, gracias por su tiempo y atención, mil gracias no tengo otra cosa más que despedirme dándoles las gracias a ustedes.

Gracias Dios mío por llegar a esta etapa de mi vida, con salud y bendice a todas estas personas que tú has puesto en mi camino así también a sus familias y duplícales todo lo que me han otorgado sin merecerlo.

Gracias.

Atentamente,
José Luis Torices G.

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