Nací en un pequeño poblado de Durango, México, llamado Llano Grande. Mi madre fue una joven de 19 años de condición muy humilde. Cuando apenas tenía 7 meses de embarazo, quien fue mi padre la abandonó dejándola sin ningún apoyo. En medio de estas condiciones tan extremas, llegué al mundo con la ayuda de una partera del lugar. Fue hasta que tenía 3 días de nacida que mi madre detectó que no tenía movimiento en mis brazos. Quince días más tarde me llevó al hospital regional, en Durango para que me revisaran. Los médicos se limitaron a recetarme unas gotas como complemento alimenticio y a sugerirle a mi madre que me vendara los brazos cruzados al pecho. Después ya no siguió estas instrucciones, como a los 4 meses, mi madre notó cierto movimiento en mis hombros y un ligero temblor en mis brazos, lo que le dio esperanza.

Por esa época, la situación económica en casa era desesperante. Ocasionalmente recibía ayuda de algún familiar o de los vecinos, pero nunca era suficiente. Entonces, el maestro de la escuela rural del pueblo, un hombre ya mayor pero de muy buenos sentimientos, le ofreció casarse con ella y se un padre para mí. Mi madre aceptó y las condiciones de nuestra vida cambiaron. La llegada de esta persona influyó mucho en mi vida, porque no solo recibí el cariño y la atención de un verdadero padre, sino que tuve la oportunidad de familiarizarme desde chiquita con libros y material didáctico que mi padre utilizaba para dar sus clases en la escuela, y aunque yo seguí creciendo sin poder mover mis brazos, fui desarrollando una gran facilidad para usar mis pies, como si fueran mis manos.

Un día, cuando apenas tenía 4 años de edad, mi padre estaba jugando conmigo dentro de la casa y en broma, me puso un gis en mi pie derecho y me dijo: “hija, pinta a tu mamá aquí en el piso”, a mí me hizo mucha gracia y siguiendo la broma, hice un dibujo muy simpático. A mi papá le pareció muy sorprendente, y desde ese día me alentó a seguir dibujando en el piso o en algún papel.

Mi padre terminó su labor docente en ese pueblo y nos mudamos entonces para la capital del estado, ahí hice mis estudios de primara  al mismo tiempo que recibía una rehabilitación intentando que yo tuviera algún movimiento mas en mis brazos, lo cual para los médicos fue imposible, ya que solo realizaban experimentos que no pudieron lograr buen resultado.

A la edad de diez años mi padre ya muy enfermo decidió que nos mudáramos al lugar donde el nació, un pueblo llamado 18 de Agosto, pues ahí quería pasar sus últimos días.

Así fueron pasando los años y logre terminar mis estudios de primaria y secundaria. Al cursar la secundaria conocía a una maestra de artes llamada Angelita, que como su nombre lo dice fue un Ángel para mi, ya que me impulso a pintar, aunque en realidad todos mis maestros lo eran, cada uno en su trabajo  me ayudaba y me alentaba a seguir adelante.

Terminando la secundaria mi vida no tenía un sentido fijo, ya que no tenía la manera de seguir mis estudios, pues vivíamos una situación económicamente precaria. Así que yo solamente hacia algunas decoraciones para eventos festivos.

Al cumplir los dieciocho años, después de buscar una oportunidad de trabajo en el DIF Municipal (Desarrollo Integral de la Familia) me ofrecieron el puesto de educadora preescolar en el lugar donde vivía.

Para mí fue maravilloso el obtener mi primer trabajo y puse todo mi empeño y dedicación en hacerlo de la mejor manera, y como la mayor parte de las actividades con los niños eran trabajos manuales con papel y pinturas, tuve la oportunidad de desarrollar ampliamente mi facilidad por el dibujo y la pintura con mis pies, lo que divertía mucho a mis alumnos y admiraba a las otras maestras.

Fueron tres años los que trabajé en el kinder. Mi padre, que durante los últimos años había sufrido de artritis degenerativa, murió en 1984 a la edad de 84 años. Esto fue un golpe terrible para mi madre y para mí.  Volvimos a tener problemas económicos, sólo contábamos con mi ingreso.

En el mismo año conocí a una persona con quien inicie una relación de pareja y de quien que de embarazada, lamentablemente la relación no prospero y el se fue dejándome sin ningún apoyo. Para mi mala suerte en ese tiempo cambiaron la dirección del DIF y me quede sin trabajo, buscando una solución para tener ingresos aprendí a tejer con los pies y así vender algunas prendas, como también haciendo algunos dibujos didácticos que las maestras me pedían para dar su clase.

En 1986 nació mi primer hijo, y tanto el como mi madre dependían de mi, mi única esperanza era que dios me ayudara a encontrar una solución a mis problemas. Toque muchísimas puertas sin encontrar respuesta y solo trabajaba haciendo dibujos ocasionalmente.

Encontré trabajo en una biblioteca donde ayudaba a los adultos en alfabetización y algunos niños con sus tareas, así pasaron siete años de mi vida, sin encontrar una situación estable para mi familia y con bastantes dificultades, ya que veía la tristeza que trabajaba horas extras hasta terminar con llagas después de permanecer sentada tejiendo para solo recibir un poco de dinero.

En 1993 Salí de mi pueblo para buscar nuevas oportunidades en la capital acudí a las oficinas del CONAFE (Consejo Nacional de Fomento Educativo), para buscar respuesta a mi solicitud de empleo, vi con satisfacción que había una vacante como Instructora Comunitaria. Gracias a Dios, de nuevo tenía un empleo formal.

Ya con más tranquilidad económica, pude dedicar un poco más de tiempo para lograr otro de mis anhelos; ser aceptada en la Escuela de Arte, de la Universidad de Durango, lamentablemente no puede lograrlo, ya que por ese tiempo se aceptaban personas que no hubieran cursado la preparatoria, así que de nuevo mi esfuerzo había sido en vano.

En ese tiempo el padre de mi hijo regresó con la intención de que nuestra relación funcionara y nuevamente quedé embarazada y naciendo así mi segundo hijo en 1995 Desafortunadamente de nuevo nos separamos, aunque ahora les otorgo una pensión alimenticia a nuestros hijos, aunque solo fue por algún tiempo, pues dejo el trabajo para irse a vivir a E.U., dejándonos nuevamente en una situación desesperante y muy difícil.

En ese tiempo otra persona apareció en mi vida, brindándome apoyo incondicional para mí y para mis hijos, y así reiniciamos una nueva vida al lado de esta persona, con la cual procree una niña.

En 1999 llego a mí un folleto de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie, inmediatamente una luz de esperanza brillo en mi existencia. Me comunique con la Asociación por medio de una carta para obtener mayor información y saber sobre los requisitos para obtener una beca.

Después  de enviar muestra de mi trabajo, espere impacientemente la respuesta   cual me llego en Marzo del 2001, ¡había sido aceptada como becaria en la Asociación! Ese día llore de la felicidad, era como un sueño hecho realidad.

Cuando llego mi primera beca, inmediatamente me inscribí en la ya tan soñada e inalcanzable EPEA UJED (Escuela de Pintura, Escultura y Artesianas de la Universidad Juárez del Estado de Durango), gracias a  la ayuda económica que me brinda la Asociación de Pintores, mi vida es menos difícil y me puedo dedicar con mayor entusiasmo al gran amor de mi vida que es la pintura.

Al obtener el reconocimiento y apoyo de la Asociación, mi autoestima aumentó y veo mi futuro y el de mis hijos con mayor optimismo pues se con certeza que dedicando mi vida a la pintura podre brindarles un mejor porvenir.

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