Soy hijo único. Mi infancia fue muy feliz, los primeros años transcurrieron en Los Mochis, cuando tenia ocho años le otorgaron a mi papá la dirección de la escuela secundaria del pueblo de donde era originaria mi madre y nos cambiamos a vivir ahí. Además de recibir el amor de mis padres, también recibí el cariño de mi abuelita Betina y mi tía Rosa.

Al graduarme de la secundaria, regresé a Los Mochis para cursar el bachillerato, mi mamá me acompaño, pues mi padre tenía que seguir viviendo y trabajando en el pueblo hasta que le concedieran el cambio a la ciudad; sin embargo todos, los fines de semana nos visitábamos.

A mis 15 años de edad, cursaba el segundo semestre del bachillerato y fue entonces cuando enferme, empecé con fiebres nocturnas y al poco tiempo con debilidad física, en el hospital  para los trabajadores del Estado (ISSSTE), me atendieron como si fuera una infección en la garganta, pero las fiebres no cedían, fuimos a otro hospital pero tampoco encontraron la causa, así que acudimos al hospital del ISSSTE en Culiacán, después de un tiempo fui dado de alta con el diagnóstico de anemia e infección en la garganta; sin embargo la fiebre continuaba.

Cada día estaba más débil, necesitaba ayuda para sentarme y para levantarme, era necesario apoyarme en alguien para poder caminar. Durante más de un año visitamos médicos alópatas y naturistas, las fiebres cesaron y mi salud mejoró por tres o cuatro meses, después a los 18 años, tuve una recaída. Y una mañana ya no pude sentarme, la cadera derecha estaba rígida, si trataba de flexionarla me dolía y ni con ayuda podía doblar la pierna, así poco a poco se atrofiaron otras articulaciones. Con esta sintomatología física me diagnosticaron fiebre reumatoide juvenil y posteriormente artritis reumatoide juvenil aunque el factor reumatoide siempre ha dado negativo.

Así he pasado mucho tiempo entre médicos, siendo la homeopatía la que más me ha ayudado, aunque he seguido tomando diversos tratamientos alópatas, no dejo de tratarme con homeopatía. Hace casi dos años una doctora conocida de un amigo me diagnosticó espondilitis anquilosante juvenil, ella padece esta enfermedad pero en menor grado, ahora sé que las spóndilo artropatías se caracterizan por ser cero negativas sin presencia de factor reumatoide, lo que las distingue de la artritis reumatoide.

Actualmente el daño articular dejó de avanzar, tengo las caderas y rodillas aquilosadas, además deformidad en manos y pies, con movimiento limitado en los brazos. Pero todo esto no a disminuido mi ánimo y deseos de vivir. A lo largo de este tiempo hay quienes se sorprenden de mi optimismo y voluntad, creo que se lo debo en gran parte a lo aprendido en Karmatrón, un cómic con alto contenido espiritual y esotérico que leí de niño y de adolescente, ahí aprendí el camino de la meditación, lo cual me ha ayudado mucho.

Creo que la felicidad radica en disfrutar el día a día, y no en añorar los “hubiera”. Disfruto dando amor a quienes me rodean y luchar por mis deseos.

Fue en sexto grado de primaria donde descubrí el dibujo, cuando nos pedían mapas, no necesitaba usar papel carbón para trazarlos. Me gustaba dibujar personajes de cómics, durante la escuela secundaria continué dibujando e hice un cuadro de uno de mis robots favoritos para un trabajo de artística. Conservo el cuadro y me lamentaba el no haber guardado mis dibujos, pues al enfermar creí perdida la habilidad.  Una vez ya enfermo, hice una rosa, tardé tres días en completarla era muy cansado y sentía dolor en el hombro.

En ocasiones deseaba pintar, pero no imaginaba poder hacerlo con la boca, definitivamente a veces tenemos la solución frente a nosotros y no la vemos hasta que alguien nos la muestra, ese alguien fue Víctor Bojórquez.

En diciembre de 2006 conocí a Víctor, quien me habló  del curso semanal de pintura con la boca que imparte su esposa la profesora Lidia Chaidéz, gustoso le pedí más información y al viernes próximo acudí a la Escuela Vocacional de Artes de Los Mochis.

En enero del 2007 tomé la primera clase de pintura con la boca. Al poco tiempo pinté un óleo sobre lienzo, un bodegón con lápices de colores y posteriormente un florero con vinílica sobre papel caple.
He descubierto que la pintura me encanta y quiero mejorar cada día, tomo el pincel y pinto todo lo posible.

La profesora Lidia me motivó para enviar muestra de mi obra a la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie, en la que fui aceptado como becario en marzo del 2008.

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